El templo más antiguo del mundo sugiere que rendir culto fue la chispa de la civilización.
De vez en cuando, el nacimiento de la civilización vuelve a representarse en lo alto de una apartada colina del sur de Turquía. Los actores son catervas de turistas, en su mayoría turcos, con algunos europeos, hacinados en autobuses que suben hasta la cresta a trompicones por un camino sinuoso mal pavimentado, donde atracan cual acorazados frente a un pórtico de piedra. Armados con botellas de agua y reproductores MP3, los visitantes se apean y caminan sin orden cuesta arriba. Al llegar a la cima, el asombro los deja boquiabiertos.
Frente a ellos se levantan docenas de columnas colosales de piedra, apretujadas unas con otras y dispuestas en círculo. Llamado Göbekli Tepe (se pronuncia gubekli tepe), el sitio recuerda vagamente a Stonehenge, aunque fue construido con mucha anterioridad utilizando no burdos bloques de roca, sino pilares de caliza limpiamente tallados y salpicados con bajorrelieves de animales: procesión de gacelas, serpientes, zorros, escorpiones y jabalíes feroces. El conjunto fue erigido hace unos 11 600 años, siete milenios antes que la Gran Pirámide de Giza, e incluye el templo más antiguo de que se tiene conocimiento. De hecho, Göbekli Tepe es el ejemplo de arquitectura monumental más antiguo que se haya descubierto. Por lo que se sabe, cuando esas columnas fueron levantadas no había construcción alguna de escala comparable.
En la época de la edificación de Göbekli Tepe, gran parte de la raza humana vivía en pequeñas bandas nómadas que subsistían recogiendo plantas y cazando animales salvajes. Sin embargo, la construcción del sitio debió requerir más personas congregadas en un mismo punto que las reunidas en cualquier otro momento de la prehistoria. Lo más asombroso es que los constructores del templo cortaron, moldearon y acarrearon piedras de hasta 16 toneladas cientos de metros, sin disponer de ruedas ni bestias de carga. Los peregrinos que iban a Göbekli Tepe vivían en un mundo sin escritura, metalurgia o cerámica; para quienes se aproximaban al templo desde las faldas de la colina, aquellos pilares debieron parecer rígidos gigantes que se alzaban al cielo, adornados con animales que se movían a la luz de las llamas como emisarios de un mundo espiritual que la mente humana quizá apenas comenzaba a vislumbrar.
Mientras avanzan las excavaciones en Göbekli Tepe, los arqueólogos aún debaten sobre su significado. No obstante, todos reconocen que el sitio es el hallazgo más significativo en una andanada de descubrimientos fortuitos que han trastornado las concepciones sobre el pasado remoto de nuestra especie. Hace apenas 20 años, la mayoría de los investigadores creía conocer el momento, lugar y secuencia general de la revolución neolítica, transición crítica que dio origen a la agricultura y llevó al Homo sapiens a separarse de los dispersos grupos de cazadores-recolectores para fundar poblaciones agrícolas que dieron origen a sociedades tecnológicamente sofisticadas, con grandes templos, torres, monarcas y sacerdotes que dirigían el trabajo de los súbditos y asentaban sus logros por escrito. Sin embargo, los descubrimientos de años recientes, en particular Göbekli Tepe, han obligado a los arqueólogos a reconsiderar sus postulados.
Al principio se pensó que la revolución neolítica había sido un incidente aislado en un lugar llamado Mesopotamia, situado entre los ríos Tigris y Éufrates al sur del moderno Irak, de donde se diseminó a India, Europa y otras regiones del planeta. La mayoría de los especialistas creía que ese florecimiento súbito de la civilización estuvo motivado eminentemente por cambios ambientales: un calentamiento gradual que, al finalizar la Era de Hielo, permitió que algunos individuos comenzaran a cultivar plantas y pastorear animales en grandes cantidades. No obstante, investigaciones recientes sugieren que aquella "revolución" fue, de hecho, obra de numerosas manos que trabajaron en una región vasta a lo largo de miles de años y que tal vez estuvo impulsada no por el ambiente, sino por algo completamente distinto.
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