por Enrique de Vicente | ||
Una vieja sospecha Para quien ha seguido las informaciones publicadas sobre este tema, aparentemente, la noticia sólo tenía de sorprendente el hecho de que estos familiares del Pontífice venían a sumarse al coro multitudinario que reclama se arroje luz sobre las confusas circunstancias en que se produjo el inesperado fallecimiento. | ||
Apenas transcurrido un mes desde la muerte, la prensa española anuncia la inminente presentación en Roma de Han asesinado al Papa (Operación Paloma), una novela en la que los periodistas Jesús Ramón Pena y Mario Eduardo Zottola sostienen que la muerte del Papa Lucíani «obedeció a un movimiento puramente económico», debido a que «el imperio financiero del Vaticano es uno de los más poderosos del mundo» y «existen poderosos motivos para intentar eliminar al máximo dirigente de esta fortuna». Sin embargo, a comienzos de aquel mismo mes, los tradicionalistas romanos seguidores del arzobispo Lefébvre ya avanzaron la posibilidad de que Juan Pablo I hubiese sido asesinado por los masones infiltrados en las altas esferas vaticanas, a las que culpabilizaban de impulsar las tendencias reformistas postconciliares en la Iglesia, a las que supuestamente se opondría el Papa. La Sotana Roja Ciertas revistas de extrema derecha habían acusado de estar afiliados a la masonería al secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Villot, al presidente de la Congregación de Obispos, cardenal Baggio, al banquero del Vaticano, arzobispo Marcinkus y a otros prelados. En 1980, Bruce Marshali fantasea con el tema en su novela ¿Un asesino para Juan Pablo /?, en la que el Papa Lucíani es envenenado por la ficticia sociedad de Los Nuevos Apóstoles, cuyos doce miembros se oponen a los cambios propulsados por el Concilio Vaticano II y apoyan como pontífice al cardenal Siri. Tres años después en La verdadera muerte de Juan Pablo I, Jean- Jacques Thierry plantea la hipótesis de que Villot sustituyó a Pablo VI por un sosías y planeó la muerte de su sucesor cuando éste descubrió la infiltración masónica en las esferas vaticanas, insólita teoría la del doble que aún hoy sostienen no pocos ultraconservadores. De forma más seria y mejor documentada, Roger Peyrefitte, buen conocedor de los entresijos de la Masonería y del Vaticano, sostiene en La Sotana Roja la tesis de un complot tramado por algunos prelados que mantenían estrechas relaciones con mafiosos, financieros y dirigentes de la logia P-2, encubriendo bajo pseudónimos muy evidentes a personajes que a esas alturas eran ya bien conocidos. Y describe al Papa como un reformista liberal empeñado en erradicar la corrupción de la cúpula eclesial, presentando a Villot y a Marcinkus como instigadores del crimen, llevado a cabo por un asesino profesional con una jeringuilla envenenada, a fin de evitar su inminente destitución. Ese mismo año, los fabricantes de best- séller G. Thomas y M. Morgan-Whitts publican Pontífice, una documentadísima investigación sobre las vidas de los tres últimos papas y las críticas circunstancias en que se desarrollan sus pontificados, en la que sugieren que la hipótesis del asesinato fue un rumor hábilmente promovido por el KGB soviético para desacreditar al Vaticano en unos momentos de gran tensión en sus relaciones con la URSS. El Encubrimiento En nombre de Dios La tesis de una conspiración urdida para asesinar a Lucíani con digitalina, a fin de impedir los cambios planteados por el Papa para acabar con la corrupción, es defendida en 1984 por David Yallop en su obra En nombre de Díos, resultado de tres años de intensas investigaciones en las que contó con la colaboración clandestina de algunos miembros de la curia vaticana. Yallop demuestra que el Vaticano encubrió las circunstancias en que se produjo el fallecimiento y proporciona indicios suficientes para considerar necesaria la apertura de una investigación oficial. Su libro provocó un verdadero escándalo. La situación era realmente grave. Hasta el punto de llevar a un esoterista ultraconservador como Jean Parvulesco a aceptar la posibilidad de que Juan Pablo I fuese ejecutado para evitar que condujese a la Iglesia a una desviación teológico, progresista y tercermundista (se refiere al «sueño revolucionario y anarquista» que Yallop atribuye al Papa Lucíani), y a sostener a un tiempo que -aprovechando estas circunstancias- Yallop y «sus comandatarios sin rostro» pretenden presentar al Vaticano convertido en «la mayor potencia criminal del mundo».
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La Muerte del Papa El jesuita norteamericano Robert Graham, expone en el mismo los resultados de su amplia investigación sobre las tramas de espionaje -propias y ajenas- que se han tejido en torno a los secretos del Vaticano, y en las que han participado no pocos religiosos. Lo que más me llamó la atención del asunto era que pocas semanas antes, a mediados de diciembre de 1990, una pequeña editorial había comenzado a distribuir el primer libro -que yo sepa- en el que un sacerdote sustenta la tesis del asesinato: Se pedirá cuenta. | ||
En opinión de su autor, el español Jesús López Sáez, licenciado en teología, filosofía y psicología, era necesario este libro, ya que el de Cornwell no sólo «no contentó al Vaticano sino que supera incluso la distorsión que ya se había hecho de la imagen de Albino Lucíani, y es necesario hacerle justicia». «El problema de la muerte de Juan Pablo I está ahí -explica- y se puede resolver, no encubriendo ni reprimiendo el asunto, sino tratando de corazón comprenderlo. Abundan los indicios que justificarían una investigación en cualquier Estado de Derecho. Con ello no se ataca a la Iglesia; al contrario, se la defiende. La clave evangélica es la purificación del templo, que es casa de oración y no debe convertirse en un mercado ni en cueva de bandidos. Evidentemente, lo que está en juego es muy grave: ¿Dónde ha habido más negocios? ¿En el mercado vaticano o en el viejo templo denunciado por Jesús? ¿No son demasiadas las muertes que han acompañado esos negocios? ¿Se ha hurtado a la Iglesia y al mundo la causa de la muerte de Juan Pablo I?... Si no se responde adecuadamente a estos interrogantes, la nueva evangelización quedará desacreditada como vieja comedia, desgraciada y estéril. Como dice el Señor en el Evangelio de Lucas: Se pedirá cuenta». Han matado a mi padre Ha hecho caso omiso a las prudentes recomendaciones de que no publicase su libro, consciente de que un artículo sobre el mismo tema, publicado en la revista religiosa Vida Nueva, le costó el cese como responsable de catequesis de adultos en el Secretariado Nacional. Casualmente, aquel articulo salió a la calle el 4 de octubre de 1984, aniversario del entierro del Papa, día en que -casualmente- en todas las iglesias del mundo se leía un salmo que en la Comunidad cristiana de la que ahora es responsable tenían especialmente asociado a la muerte de Juan Pablo I: «Han entrega- do el cadáver de tus siervos por comida a los pájaros del cielo, la carne de tus amigos a las bestias de la tierra... Que se conozca entre las gentes». Hablando con él, resulta evidente que profesa una admiración y un amor especial por la figura de Juan Pablo I. Cuando en la Comisión Episcopal le explicaron que, aunque fuera verdad, no debería decirse, añadiendo que, es como si tu padre fuera un criminal, debe quedar en familia, él replicó: «ese no es el caso; el caso es que han matado a mi padre y no tengo por qué callarlo». Casualmente, el padre de Jesús López nació el mismo día que el Papa Lucíani: el 17 de octubre de 1912... Si de algo se le puede acusar es de exceso de amor y de celo, y no parecen ser estos motivos suficientes para que la jerarquía pueda condenar su atrevimiento, sino -por el contrario- para disculpar sus posibles excesos. Según nos explica, Jesús López visitó, en 1989, a Pía, la sobrina de Lucíani que junto a su padre Eduardo ha protagonizado las recientes declaraciones, y a la esposa de éste último, Antonia, quien acabó confesándole: No sabemos de qué murió, y a veces tenemos pensamientos extraños. Les entregó entonces copia de un borrador de su libro, y en diciembre de 1990, les envió el libro impreso. Resulta curioso que, tras doce años de silencio, precisamente ahora se animen a expresar sus dudas, aunque sea tímidamente. ¿Puede haber sido este sacerdote español el catalizador de esa reacción? Aunque así no fuese, hay demasiada sincronicidad entre ambos hechos como para ignorar que resultan significativos.
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El Complot El Banco Vaticano lava más blanco Según se desprende de las investigaciones realizadas por Yallop, Gurwin, Sisti, Modolo, Di Fonzo, Piazzesi, Bonsanti, Doménech y Rupert Cornweil, la mafia italonorteamericana utilizó las instituciones financieras del Vaticano para blanquear dinero sucio procedente del tráfico de drogas y otras actividades delictivas. Semejante operación fue concebida por Michelle Sindona, que comienza su carrera reciclando la fortuna de los Gambino, conocidos hampones neoyorquinos, a través de un holding. Lentamente, va forjando un verdadero imperio financiero de dimensiones internacionales. Tras entregar al cardenal Montini, el dinero necesario para la construcción de un asilo, y que realmente fue donado por la CIA y la Mafia, se convierte en su amigo y consejero financiero. Por mediación de quien años después se convertiría en el Papa Pablo VI, conoce a Massimo Spada, director del Banco Vaticano. A través del Continental Bank of Illinois, la cuarta, parte de cuyas acciones han sido adquiridas por Sindona, se canalizarán cuantiosas inversiones vaticanas a lo largo del continente americano. Sindona traba una estrecha amistad con Licio Gelli, un poderoso empresario textil que ha combatido contra la República durante la guerra civil española, alistándose luego en las SS nazis y trabajando finalmente como agente del KGB soviético para salvar el pellejo, actividad a la que pronto viene a sumarse la de agente de la CIA, al tiempo que se enriquece ayudando en su huida a Sudamérica a numerosos nazis como el famoso Klaus Barbie. Acusado de haber torturado a partisanos, viaja a Argentina, donde entable amistad con el presidente Perón que le convierte en el primer agraciado con la doble nacionalidad italoargentina y le nombra consejero de su país en Italia. Teje toda una red de contactos en Iberoamérica, similar a la que elabora en Italia entre empresarios, políticos y militares. A partir de 1966, anima a muchos de estos a ingresar en la agrupación P-2, a través de la cual Gamberini, Gran Maestre del Gran Oriente de Italia, pretende contar con un grupo de personajes eminentes que fuesen favorables y útiles a la Masonería, pero que pronto escapa a su control. El poder de convicción y la creciente influencia de Gelli -convertido ya en Gran Maestre de la Logia P-2- llevan a muchos a ingresar en ella convencidos de que les resultará de gran ayuda en sus carreras. Gelli se dedica a acumular secretos que le permiten incrementar su poder y chantajear a otros para que se integren en su logia, convirtiéndose así en el epicentro donde confluyen las más confidenciales informaciones del país, gracias a las cuales manipula las más diversas instancias. Las amistades argentinas de Gelli Para centralizar sus actividades en Iberoamérica, Gelli compra una mansión en Montevideo, jactándose de ser amigo de poderosos hombres de negocios y de dirigentes derechistas de todo el continente. Contribuye al retorno de Perón, en 1973 asiste como invitado de honor a la inauguración de su presidencia y Andreotti comenta, asombrado, el respeto reverencial que el general le profesaba, asegurando que vio cómo Perón se arrodillaba ante Gelli. Su influencia en Argentina estuvo asegurada sucesivamente por el ministro-ocultista López Rega, y - tras el golpe militar- por el General Suárez Masón y por el Almirante Massera, ligados a los escuadrones de la muerte y miembros de la P-2. Junto a ellos, Gelli hace suculentos negocios, comprando principalmente petróleo y armas. Gelli y Sindona se introducen en las más altas esferas vaticanas de la mano de Umberto Ortolani, abogado y Gentilhombre de Su Santidad, que se convertirá en el lugarteniente de Gelli dentro de la P-2, conociendo así a monseñor Paul Marcinkus. Hijo de lituanos y criado en Chicago, en 1963 éste se había convertido en el corpulento guardaespaldas e intérprete predilecto de Pablo VI, salvando su vida en Manila y ganándose su plena confianza. Cuando es encargado de dirigir el Instituto para las Obras de Religión (IQR), aparato financiero del Vaticano, el obispo Marcinkus utiliza los consejos y la red bancaria internacional de Sindona para invertir buena parte de la fortuna del Vaticano, al tiempo que Sindona utiliza la estructura bancaria de la Santa Sede para evadir impuestos y blanquear el dinero de la Mafia y Gelli garantiza la cobertura política de las operaciones. Los escándalos financieros En 1973 Sindona se ha convertido en el banquero más importante del país. El primer ministro le saluda como el salvador de la lira y el embajador norteamericano le califica el hombre del año. Pero la crisis del petróleo, sus operaciones especulativas y los rumores sobre sus relaciones con la Mafia contribuyen a que su imperio se derrumbe en menos de un año. Sindona huye a Estados Unidos y el Vaticano pierde una cifra considerable en la operación, hecho desmentido por Marcinkus, quien niega conocer a Sindona. Roberto Calvi, que conoció a Pablo VI cuando era arzobispo de Milán, trabó relación con Sindona -probablemente por intermedio de Spada y Marcinkus- cuando era subdirector general del Banco Ambrosiano. Había razones sobradas para este encuentro: el IOR era propietario de buena parte de las acciones del Ambrosiano y de la mitad del Finanbank, uno de los bancos suizos de Sindona. Gracias a estos apoyos en 1971 Calvi se convierte en presidente del banco y no tardará en ser tesorero de la P-2. Tras el crack Sindona, el IOR encarga a Calvi de sus inversiones en el extranjero, prestando su nombre para que éste compre la mitad de las acciones de la Banca Mercantile florentina y Marcinkus forma parte de la directiva de la sucursal en Bahamas del Ambrosiano. Gelli viaja a Nueva York, donde Sindona había sido detenido acusado de fraude y testifica que su amigo era víctima inocente de una intriga comunista. Allí, Sindona le presenta a Phil Guarino, director de la campaña electoral de Reagan, a cuya inauguración presidencial le invitará.
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Logrando Entender En marzo de 1981, la policía italiana intenta detener a Gelli como implicado en la fuga de Sindona, pero éste ha desaparecido de su villa residencial, donde encuentran los archivos de la P-2. Entre sus 953 miembros descubren a muchas de las personalidades más poderosas de Italia, como Andreotti y otros ex primeros ministros, 3 ministros en activo, 90 jueces, 43 parlamentarios, líderes de todos los partidos a excepción del comunista, banqueros, propietarios y directores de diarios, 183 oficiales de los tres ejércitos, incluido el comandante de las Fuerzas Armadas y 2 directores de los servicios de inteligencia. La estrategia de la tensión Cuando la prensa la descubre, se inicia una crisis que culmina con la caída del gobierno de coalición encabezado por Foriani, muchos de cuyos colaboradores eran miembros de la P-2. Como uno de los acusadores explicará, la Logia P-2 «combinó política y negocios con la intención de destruir el ordenamiento constitucional del país». Se refería a las implicaciones de la P-2 en atentados terroristas que crearon en Italia una estrategia de la tensión que la predispuso a varias tentativas de golpe de Estado, en las que participó la Logia, a la par que fomentaba el temor de diversas instancias a que los comunistas llegasen al poder, dentro de un mare mágnum de extrañas relaciones que CIA, Mafia y Masonería mantuvieron en Italia desde la Segunda Guerra Mundial y a las que no fueron ajenas altas personalidades vaticanas. En julio, la hija de Gelli viaja a Italia sin encubrir su identidad, siendo detenida en el aeropuerto y encontrándose en un doble fondo de su equipaje una serie de documentos relativos a la P-2, uno de los cuales es descrito como un informe secreto de la CIA falsificado que se refería a intentos de subvertir a Europa occidental y a Italia en particular. Resulta impensable que, tras haber sido sacados del país, semejantes documentos se pongan al alcance de la policía, a no ser que tras semejante maniobra se esconda una intención oculta. Ya el periodista P. Hebbiethhwaite se había extrañado de que en los archivos de Gelli no hubiese nombres de comunistas italianos ni de otros países, resultando complejo entender cómo sin tales intermediarios había realizado buenos negocios con países del Este y entablado amistad con el dictador Ceaucescu, sospechando que tales nombres podrían haber sido eliminados por el propio Gelli que habría dejado todo aquel material dispuesto para ser encontrado, en lugar de haberlo destruido. Stephen Knight, un investigador imparcial que ha denunciado la infiltración del KGB en la masonería británica, recuerda que Gelli trabajó para la inteligencia soviética y sostiene que, la P-2 fue un programa patrocinado por la KGB para desestabilizar Italia y llevar a los comunistas al poder por primera vez en un país occidental. Esto explicaría en su opinión por qué se encontraba entre sus archivos un documento en el que se describe la estructura de¡ KGB, aunque no se pregunta por qué lo dejó tras él, así como las motivaciones ocultas del escándalo de la P-2 y su conexión con el atentado que sufrió Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981, poco después de descubrirse los documentos de la Logia. Pero esa es otra historia y las claves de todo el embrollo podrían encontrarse en otro nivel: el de los oscuros designios de las fuerzas que rigen la extraña dialéctica del ajedrez planetario, situándose «más allá del bien y del mal», como veremos en otra ocasión. Un viaje sin retorno El 20 de ese mismo mes, Calvi es detenido por la quiebra del Banco Ambrosiano, ejerciendo una enorme presión sobre Marcinkus y Menini, directivos del IOR, para que acudan en su ayuda, comunicando a su esposa y a su hija que las operaciones anómalas por las que iban a procesarle habían sido realizadas en representación de esta institución bancaria del Vaticano, según constaba en documentos guardados en la Banca suiza del Gottardo.
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martes, 24 de mayo de 2011
Misterios en el Vaticano
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